Un océano de estrellas tras la ventana,
el
latir del tiempo llevándonos
al
arte del encuentro con el viento de verano
y
el fiel amor,
la
fe de esto que somos y seremos.
En
un soplo imperceptible
iluminaremos
la infancia con canciones.
El
arroyo canta su dulce melodía
lo
escucho desde el caos de una ciudad hundida.
Calma
en lo espectral de la tormenta
calma
en medio de estos rayos
que
caen y nutren de luz las almas
que
entran y salen
retornan
y parten.
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