Elástica
mi cama es una
nave espacial
y una pileta olímpica,
elástico para equilibristas
y un ring de lucha,
es el lugar de mis sueños
y la plataforma del amor.
mi cama es como esas casa
llenas de muebles, cubiertos de sábanas;
es una sorpresa envuelta,
es una cueva.
mi cama es un desierto
mi cama es un concierto!
un consuelo,
un piedra sacrificial,
un elemento.
mi cama es un imán
una telaraña
un teletransbordador.
mi cama es una caricia
mi cama es atemporal
mi cama es adverbial
mi cama es inverbe.
mi cama
en la recamara
en las escamas
en camadas
los camaradas
nos hemos de levantar!
y una pileta olímpica,
elástico para equilibristas
y un ring de lucha,
es el lugar de mis sueños
y la plataforma del amor.
mi cama es como esas casa
llenas de muebles, cubiertos de sábanas;
es una sorpresa envuelta,
es una cueva.
mi cama es un desierto
mi cama es un concierto!
un consuelo,
un piedra sacrificial,
un elemento.
mi cama es un imán
una telaraña
un teletransbordador.
mi cama es una caricia
mi cama es atemporal
mi cama es adverbial
mi cama es inverbe.
mi cama
en la recamara
en las escamas
en camadas
los camaradas
nos hemos de levantar!
Estoy cantando Shakira al lado de una cola que se va formando a la
espera de entrar en un lugar. Parece un aeropuerto, pero con el tiempo me voy a
dar cuenta que se trata de una aduana. Me paro al lado de la cola cantando mi
canción y pensando que si me pongo en la parte trasera es muy probable que
tenga problemas con los autos; la cola está sobre la calle, interrumpiendo pacíficamente
una avenida. Estoy al lado de las primeras personas y no sé si pienso en
entrar, pero pronto empieza a formarse una fila detrás de mí, de modo que voy a
entrar. Los del lado reciben sin mal humor la espontaneidad de la forma. Entonces,
ahora todos estamos esperando frente a esa especie de aeropuerto. Se abren las
puertas. La chica que está detrás mío se contagia de la canción y empieza a
cantarla bien alto, de modo que para seguir cantando he de levantar la voz y
entonar con ella. No lo hago. Lo intento suavemente, en susurros, pero no
funciona. Vamos caminando, yo delante, ella detrás. En un momento para de
cantar y le pido que tratemos de entonar y cantar bien alta la canción. Me dice
que no, que no debemos llamar la atención; estamos en la aduana y vamos a salir
del país. Mierda! Pero no es que cuando venís de otro país tenes que atravesar
la aduana, pienso. Al decirme esto la chica se transforma en mi madre y pasa
delante de mí. Lleva una manteca de cacao en las manos, que no sé para qué la
va apoyando en una especie de sensores que hay en unos blocks de oficina que
vamos atravesando. La miro sorprendida y no hago ninguna pregunta. Mi madre
tiene el aspecto de cuando trabajaba en el centro y, al parecer, atravesar la
aduana es su especialidad. Me dice algo así como que no hable de X o
directamente que no hable, que los polis pueden sospechar y encontrar si tengo
porro a cuestas. Pero si no tengo porro... bueno, no llames la atención.
Pasamos por el lado de unos grandotes vestidos de azul, ya es la última parte.
Sospecho la llegada a Chile, no lo sé, no importa, estamos cerca del límite de
otro país y eso es hermoso. Mi madre se detiene mostrando o dándole unas cosas
a un poli. Yo los miro y pienso en cómo es posible que la presidencia se
encargue de tantas cosas; cómo será posible mantener un estado, estar en todo,
en cada parte, en cada fragmento de las reglas, la ley y el orden. Creo que lo
pienso porque el tipo que nos está por dejar pasar nombra a la presidenta, eso
me impresiona. Y me digo, claro, así es como temas como la educación no
reciben tanta atención. Deben primero hacer funcionar las relaciones con el
exterior y toda esa bola de cosas y trabajadores que funcionan fuera de
nuestra percepción. Y así como estoy acá, me digo, en este lugar insospechado,
hay miles de lugares más en la extensión de Argentina, de la misma Córdoba, que
en este momento están funcionando. Veo como sólo creemos en lo que vemos. Y no
es un ataque de patriotismo inusitado, sino una comprensión del trabajo de unos
wasos que pretenden hacerse cargo de todo. Claro, obviamente no va a salir
bien. Tengo una comprensión, además, de las limitaciones formales del sistema
democrático, de la república. Y me calmo con una suave soberbia diciéndome:
no va a cambiar, hasta que no se den cuenta que no se trata de gobernar. Para
cuando acabo con mis reflexiones, el poli que hablaba con mi madre ya se ha
cerciorado de que no cargamos con ningún mal, aunque para los nervios de ella yo
creería que sí. . Él abre la última puerta de vidrio y nos deja salir. Tengo la
impresión en el ánimo y en el cuerpo de que nos dirigimos por un camino de luz.
Más allá de los trámites anteriores, todo ha desaparecido, estamos en el
presente. El camino es un caminito de tierra, típico del monte cordobés, pero
estamos de retiro, entonces todo
huele a magia. Huelo a mi madre también, que va a la par mía. Ella lleva una
sorpresa escondida y aunque parezca que no supiera a dónde nos vamos acercando,
pronto se destapa y empieza a guiar,
silenciosamente. Diría que con una
especie de telepatía me va diciendo, o que yo, con una extrema sensibilidad lo
voy adivinando. Pero ahí vamos, por un camino al que pocos tienen la suerte de
llegar. No lo puedo explicar. Como dije, sabe a retiro espiritual, pero se
siente como realización en la vida.
Vemos a John Lenon que viene de vuelta por el sendero, tomado de brazo por Yoko
Ono. El, con su simpatía absurda,
nos hace un gesto que no me atrevo a mirar (y creo que mi madre tampoco). Imbuida
en una especie de respeto y recelo por todo lo que su figura me representa
(significa) miro rápido al suelo y lo dejo pasar. Me da bronca la reacción
mientras la tengo. Me acuerdo de
todos esos pensamientos a cerca de lo que el otro es, de lo que va a pensar..
no vienen de mí! son aprendidos de mi familia. Me enoja mirar al suelo y no a
los ojos de John, pero es algo que también dejo pasar. Con la sensación
alcanza, con que John venga de allí
alcanza. El sendero se empieza a empinar y lo que venía siendo monte de yuyo y
tierra pronto empieza a mostrar piedras. Gemiditos clásicos exagerando la
subida ggg, mmm, exhalaciones
retenidas. Hasta que se acaba el tiempo de exagerar y debemos ponernos, con
toda atención a escalar. Una serenidad que invoca la fuerza me invade y lleva
al silencio necesario para llevar al cabo la Azaña. Bien ahí mi madre, siento.
Ella, que ahora me doy cuenta, conoce muy bien el lugar, se ubica detrás mío y
pronto empieza a empujar. Primero con sus palabras de aliento; con sus
explicaciones, indicaciones. Luego, directamente con sus manos. La subida es ya
vertical, hay que tomarse de las piedras y hacer una tremenda fuerza para subir
el cuerpo. Estamos concentradísimas, casi ni hablamos. Entre ambas hacemos un
ritmo, un equilibrio, un equipo. Ella me toma por las nalgas y cuando no puedo
subir, por la escaza fuerza de mis brazos, me ayuda. Ah, también era mentira
que no tenías fuerza en los brazos, pienso. Tiene fuerza para trepar ella y
también para empujarme. Madre, ahora que lo veo x , hubiera sido mucho más
fácil para las dos si apoyaba los pies, por el tema del impulso… aunque ya
está, ya pasó. En ese momento no se me ocurrió, estaba totalmente entregada a
la novedad del paisaje, a la sabiduría de mi madre; que por su convicción se
tornaba absoluta. De vez en cuando pega unos hermosos gritos que me alegran, me
sorprenden y, a la vez, la refrescan. Me va, entre tanto, anticipando
cualidades del lugar. Estamos muy próximas. Miro a mi alrededor y solo hay
belleza. Estamos muy cerca de llegar a la cima. Puedo ya observar unos fiordos,
antiquísimos de piedra que se dejan mover por la insistencia de los vientos.
Tengo un poco de vértigo y una grave sensación del peligro que significa estar
ahí, aunque estoy totalmente segura de que no caeré. Ni aunque el viento sople,
ni aunque la piedra de la que acabo de tomarme se mueva. Mi madre me dice que
si la piedra se mueve la tire al vacío, pero que tenga cuidado, mucho cuidado.
Miro hacia abajo, veo sus pies. No cuento con muchos recursos para darle
dirección a la piedra pero ahí va. Choca un poco con su bota, ella dice que no
es nada, yo tengo susto! Pero no es nada, no fue nada. Seguimos subiendo, ya
estamos a punto de llegar. Me tomo de las últimas piedras y haciendo un
esfuerzo inhumano con los brazos logro subir. Arriba hay agua; un río transparente
y helado. Me doy cuenta que su fuerte corriente desemboca -se agrupa- en una
cascada que cae furiosa a mi lado. El sol brilla a través de cada cosa y si
miro alrededor, es amplia la belleza que se deja contemplar; el cielo, los
colores, el agua, el atardecer, las torres de piedra.. .que ahora que las veo
bien x?, están talladas por civilizaciones pasadas. Mi madre me dice que me
tome de la reina y termine de subir,
ella sigue atrás mío. La reina es una
de esas torres de piedra que se mueven con el viento y está separada del macizo
por el que venimos subiendo. Al lado de la
reina está el rey y un montón de
monumentos bellísimos. Me tomo de algo
y llego a una gran piedra, mi madre sube atrás mío. Ya estamos arriba. Ahora le
quita la corona a la reina (que
también es de piedra); en una especie de amoroso rezo se la pide y la tira al
agua, como si únicamente ese rito, fuera lo que nos permite por allí pasar. La
miro queriendo preguntar por qué hace semejante cosa... la corriente de agua es
muy fuerte, la coronita de piedra, como nosotras al buscarla –como necesariamente
debemos hacer- puede ser arrastrada. Cuando la corona cae al agua siento el
derecho de estar ahí. Ahora por ninguna circunstancia podemos caer. Aunque
queda la parte más dura; coronar a la
reina nuevamente. Mi madre me toma de los pies y me tira al agua sin
soltarme. Abro los ojos y veo la corona. Estiro los brazos, la tomo y al salir
se la doy a mi madre. Ella me dice que se la ponga a la reina y desaparece. Carajo, porqué tremenda responsabilidad,
porqué tan difícil tarea. Estoy abrazada a una piedra, sólo un peligroso salto puede acercarme a la reina, solo un peligroso salto puede sacarme del medio de la corriente, que, con
su insistencia, me sostiene. La reina
se tambalea. Maldigo a mi madre. Pienso por qué yo tengo que concluir con algo
que empezó ella… porqué desapareció y me dejó en medio de tamaña tarea? Cierro
los ojos visualizando los movimientos que he de acertar, siento al agua hacer
fuerza en dirección contraria a mi voluntad; siento como corre por los
contornos de mi cuerpo, que resiste, como una piedra. Y esa fuerza que hago
hacia adelante me empuja al despertar. Y estoy en mi cama, quieta. Y la sensación
que tenía del agua, es la que tengo ahora del aire. Y aquí estoy, preguntándome
así como me preguntaba por qué mi madre se había ido, por qué no pude terminar
el sueño. Acaso el desafío está acá?
De la cama desde donde se teje la realidad ( lo fractálico de lo onírico)
“Un largo rato,
se detuvo a contemplar con los parpados hacia abajo, con el sentir de un ciego,
profundo y misterioso.
Al abrirlos,
penetró en el brillante color del atardecer pintado ante sí, el fucsia del sol,
entre nubes naranjas y amarillas, detrás parecía verse un mar eterno, que
lindaba con algún otro planeta, mientras miles de bandadas de pájaros se teñían
de atardecer. Las olas en la orilla rompían suaves, la espuma se pintaba de
rosa, y una sensación de alivio y frescura invadía su alma.
Realmente, le era
indiferente ya, saber si esa imagen era un sueño, una fantasía, o una ilusión.
Era lo que era, y era bello.
De repente, una
sensación parecida a la serenidad, le invadía, como si ya no importara la
liviandad de la existencia. Se quedó acostada, y siguió contemplando, que era
lo único que le quedaba por hacer. Contemplar cómo todo seguía rotando y
girando.
En una
habitación, en su habitación, ella, María, la muchacha de ojos miel, contempló
lo infinito del planeta tierra, y el poder de las estrellas la elevó hasta
dejarla inconsciente y lúcida al mismo tiempo, titilando en la magia de la
atemporalidad, el encantamiento del sueño.” (De “Sueño dentro del sueño”
(unaestrella))
La ficción diaria se escribe en
el diario en el que se eternizan los acontecimientos de la mente-inconsciente.
Esa voz que, a cada momento, aclama ser escuchada, por otro ser, ese otro que
viaja y ese uno que habla. Pareciera como si cada noche, pudiéramos deslizarnos
hasta los lugares más recónditos inusitados y tuviéramos la oportunidad de
encontrarnos con seres divinos, como Jhon Lennon. Como si esos encuentros
multidimensionales se alejaran del cuerpo, del cuerpo éste, que con estas manos
escribe esto, con estos brazos, esta piel y este tacto. Como en un azar, como
en un transcurrir de bicicletas, el horizonte comienza a ampliarse, todo
comienza a cobrar un cierto sentido, dependiendo de la memoria, de los
recuerdos, de ésta y de otras vidas. (Química ancestral)
Así es como ella, pasa por una aduana y llega a la cima de una montaña,
hablando consigo misma y los aprendizajes de su familia, se encuentra con el
miedo y lo prohibido, la república y las canciones, el camino y la llegada,
junto a un sol serrano cordobés. Los brazos flacos de su madre la ayudan a
subir a la cima, y de repente, en esa acción puede sentir que descubre algo.
Ella, una niña observadora en un mundo hostil, viaja a la ficción que elige su
alma, y nos deja la duda eterna acerca de si lo real es o no un cuento, un
sueño, una imagen que se pierde en el tiempo y que se desvanece justo al
despertar, dejando una incógnita con sabor a intrepidez.
(unasmaleynati)