Te llamaban Sor,
te encontraban monja, abadesa, fiel, devota.
Más, dentro tuyo
un mundo infinito
retomaba su vuelo;
para abrir la celda de un planeta perverso.
Que hermosura
la dulzura plena de crear
en tu poesía una esperanza,
una intrépida osadía
traducida en valentía
de ser mujer en un espacio eclesiástico,
en un universo donde la ley es contradicción.
Tu primero sueño se eleva
y se enraiza,
mujer inmensa
cuánto me inspiras,
cuánto me veo en tí
cuánto siento es ansia de bucear
por el laberinto del alma;
la soledad infinita
tejiéndose en palabras,
mujer destellos de luz,
claroscura.