El aroma a jazmín
y los mates amargos empujaban el instante,
con su sabor a efimeridad.
Ella había encontrado su paz.
Miraba el atardecer con auriculares y música naif.
Ella no necesitaba de nada, ni de nadie.
Se había amigado consigo
y disfrutaba
del sabor poético de su soledad.
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